Cuando piensas en la palabra “dulce”, seguro que te imaginas un trozo de pastel o un chocolate tentador, pero si tienes diabetes, ese «dulce» se convierte en un arma de doble filo. Y es que la diabetes es un invitado que no llega solo a la fiesta; trae consigo una lista de amigos indeseados que pueden hacerte la vida más complicada. Entre ellos, la enfermedad cardiovascular, la retinopatía (sí, también afecta a los ojos), la neuropatía (ese hormigueo incómodo en los pies) y, una de las que veo cada vez más en consulta, la insuficiencia renal derivada de la diabetes. ¡Menudo cóctel de problemas!

Y aquí es donde entra la nutrición. Porque aunque la diabetes tipo 2 puede parecer una montaña rusa sin control, hay una manera de reducir esos picos y valles de glucosa: ¡lo que comes! Sí, lo que decides poner en tu plato tiene un impacto directo en tu salud. Una dieta adecuada no solo controla los niveles de azúcar, sino que también puede prevenir que esos invitados indeseados, como la enfermedad renal, se conviertan en un problema mayor.

Los carbohidratos: los verdaderos protagonistas en el control de la diabetes

Cuando se trata de diabetes, los carbohidratos son los grandes protagonistas. No todos los carbohidratos son malos, pero no todos son iguales. Los carbohidratos se dividen en simples y complejos. Los carbohidratos simples (azúcar, pan blanco, pastas refinadas) son los que hacen que tus niveles de azúcar se disparen rápidamente. Por eso, estos deberían ser evitados o limitados, ya que pueden causar esos temidos picos de glucosa.

Por otro lado, los carbohidratos complejos, que encuentras en alimentos como los granos enteros, las legumbres y las verduras con almidón, se digieren más lentamente y ayudan a mantener tus niveles de azúcar en sangre más estables. El truco está en elegir carbohidratos que no generen esos picos de glucosa, sino que se liberen de manera gradual, manteniéndote saciado y con energía por más tiempo.

¿Por qué la alimentación es la clave para controlar la diabetes?

La diabetes tipo 2 se desarrolla cuando tu cuerpo deja de manejar bien el azúcar en la sangre. Esto no solo depende de los niveles de glucosa que tengas, sino también de cómo responden tus células a la insulina, la hormona que ayuda a procesar el azúcar. Y aquí es donde entra en juego una buena alimentación. No estamos hablando de dietas milagrosas ni de pasar hambre, sino de aprender a equilibrar lo que comes.

Una dieta rica en fibra, baja en azúcares refinados y grasas trans puede marcar la diferencia. Alimentos como las legumbres, las verduras y las frutas con bajo índice glucémico (manzanas, peras, moras) son verdaderos aliados. La fibra retrasa la absorción de glucosa en la sangre, evitando esos picos altos que, a largo plazo, pueden causar daños en los vasos sanguíneos y órganos clave como los riñones. Además, una buena fuente de proteínas saludables (pescado, pollo, tofu) ayuda a mantener los niveles de azúcar más estables.

La diabetes y la salud renal: ¡no dejes que el azúcar toque tus riñones!

Uno de los problemas más comunes que estoy viendo en mi consulta son los pacientes con diabetes tipo 2 que también presentan enfermedad renal. ¿Qué pasa aquí? Básicamente, cuando los niveles de glucosa están fuera de control, los riñones tienen que trabajar extra para filtrar ese exceso de azúcar. Con el tiempo, este trabajo duro pasa factura, y es cuando aparece la nefropatía diabética, que puede progresar hacia una insuficiencia renal. Y créeme, es algo que queremos evitar a toda costa.

¿Cómo cuidamos los riñones a través de la alimentación? La clave está en controlar la ingesta de sodio y proteínas en su justa medida. Alimentos ricos en sodio (como los ultraprocesados y la comida rápida) pueden empeorar la función renal, así que es mejor evitarlos. A su vez, las proteínas saludables son necesarias, pero en personas con problemas renales, es importante ajustar la cantidad para no sobrecargar los riñones.

¿Y qué deberías comer? Aquí van algunas recomendaciones clave:

No lo dejes al azar: ¡pide ayuda a un/a nutricionista!

Sabemos que cada cuerpo es diferente, y lo que le funciona a una persona puede no ser lo mejor para otra, especialmente cuando estamos hablando de diabetes y sus complicaciones. No te arriesgues a seguir dietas generales de internet o consejos bien intencionados de familiares y amigos. Lo ideal es que te pongas en manos de un/a nutricionista colegiada/o, que tenga experiencia en el manejo de estas patologías. Así, podrás recibir un plan nutricional personalizado que te ayude a controlar tus niveles de glucosa, a cuidar tus riñones y a mantener a raya al resto de las patologías asociadas con la diabetes.

Recuerda: tu salud está en tus manos… y en tu plato. ¡Elige bien!

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